Las condiciones médicas y de higiene han cambiado mucho con el tiempo. Como ejemplo basta ver la pésima salud dental de uno de los grandes personajes de la historia, el héroe de la independencia y primer presidente de los EEUU, George Washington. Cuando llegó a la Casa Blanca en 1789, a los 57 años de edad, sólo conservaba un diente.
Una de las personas importantes de su séquito era el médico artesano, que se encargaba de componer y ajustar continuamente las toscas dentaduras postizas que Washington empleaba para desenvolverse en la vida diaria. Las dentaduras postizas estaban compuestas por marfil de hipopótamo y elefante para la placa, a la que se añadían o insertaban dientes humanos y piezas de caballo, vaca y burro, todo unido con puentes de oro.
A pesar de haber tenido una vida acomodada, la salud bucal del presidente era pésima. Sus diarios están llenos de anotaciones sobre dolores e inflamaciones que afectaban a su salud y a su trabajo.
El político estadounidense había padecido a lo largo de su vida malaria, viruela y diversas infecciones que los médicos habían tratado con cloruro de mercurio, un compuesto muy tóxico que además daña los dientes. Ese letal brebaje no llegó a matarle, pero sí le dejó totalmente desdentado.