El uso del irrigador dental puede ser un extra de valor a la hora de mantener la dentadura en buen estado. La salud bucodental no acaba en el cepillado, sino que debe complementarse con otros accesorios que la hagan más completa. En este post vamos a ver uno de estos ellos.

Qué es un irrigador dental

Lo que conocemos por irrigador dental es un dispositivo que sirve para remover los restos de comida que puedan haber quedado entre los dientes y encías. Por medio un chorro de agua a presión se aplica en las distintas partes de la boca y logra que estos residuos, que no han podido ser eliminados con el cepillado por estar en lugares poco accesibles, puedan finalmente ser removidos. Gracias a la acción del agua a presión, también puede reducirse la acumulación de sarro, y su efecto sobre las encías es igualmente beneficioso.

Tipos de irrigadores

En lo que se refiere a irrigadores dentales, hay una amplia variedad de modelos. Básicamente un irrigador tiene un depósito para el agua, un mecanismo que gradúa la presión, y una boquilla, que es la que se usa para apuntar en las distintas zonas de la cavidad bucal.

Pero las variaciones en los modelos de irrigador dental son notables. Los hay portátiles, otros con diferentes tipos de boquilla, los que se comercializan unidos a un cepillo eléctrico o incluso los que se conectan al grifo. Su rango de precios también es amplio, pudiendo encontrarse modelos alrededor de 25 euros, mientras que otros pueden alcanzar casi los 100.

Indicaciones: para qué se usa y quién debería utilizarlo

Como ya se ha explicado, el irrigador es un complemento de la higiene bucal, que puede ser utilizado por cualquiera que lo desee. Sin embargo existen determinados casos de personas a las que se aconseja especialmente su uso.

Estas personas son quienes tienen mayores riesgos de sufrir alguna patología oral, es decir, quienes, por sus circunstancias personales, están más predispuestos a tener caries de forma frecuente, sufren de enfermedad periodontal, o necesitan una higiene dental más completa al contar con implantes, coronas o brackets que pueden dificultar la limpieza en profundidad.

También aquellos con discapacidades que les impiden realizar su propia higiene bucodental son claros candidatos al uso de un irrigador, ya que al necesitar de terceros para llevar a cabo este proceso, este aparato ayuda a que sea más completa que si se limitara al cepillado, por las dificultades que presenta llevarlo a cabo por parte de otra persona.

Beneficios

La limpieza en profundidad es su beneficio más evidente, pero no el único. La acción del chorro de agua evita que la placa se vaya formando, y por tanto tiene un efecto preventivo ante la aparición del sarro.

También puede decirse que las encías salen beneficiadas, porque el efecto masajeador del agua hace que el posible sangrado o la inflamación se reduzcan.

La sensación de frescor que se obtiene con su uso es otro gran beneficio. En personas que tienen problemas de halitosis puede suponer un gran cambio, ya que ayuda a que pasen de notar esa desagradable sensación de mal sabor a una experiencia de máxima limpieza (si bien esto no significa que el problema del mal aliento se vaya a solucionar, pues para ello hay que tratar las causas que lo provocan).

Otros beneficios que podrían señalarse son su gran accesibilidad (no es un tratamiento que requiera visitar al odontólogo y tiene un precio asequible) y la confianza que proporciona al individuo sobre su higiene bucal.

Una dentadura que sea tratada regularmente con un irrigador es también menos propensa a acumular manchas o tender a que los dientes amarilleen por efecto del café.

En definitiva, se trata de un aparato que aporta un gran número de beneficios y que por el contrario, presenta muy pocas desventajas.

Cómo debe utilizarse un irrigador dental

Lo más recomendable es el uso del irrigador una vez al día, justo antes de acostarse. La limpieza debe llevarse a cabo en el baño (por aquello de las salpicaduras) y se realiza pasando el chorro por los espacios que unen los dientes entre sí y con las encías.

Basta con mantener el chorro unos pocos segundos sobre cada diente, por lo que la duración es bastante breve, no más de un par de minutos.

Riesgos y precauciones

Quizás el mayor riesgo que pueda achacarse al irrigador es el de ofrecer una sensación de limpieza completa por sí solo. Sin embargo, no es un sustituto del cepillado, y tomarlo como tal es un error.

El irrigador debe, por tanto, utilizarse en conjunción con otros métodos de limpieza, como el hilo dental o el enjuague, pero no hay que caer en el error de pensar que es un sistema completo por sí mismo.

Además de esto, pocos más riesgos pueden señalarse, ya que es un producto totalmente inocuo. Si acaso señalar la necesidad de controlar la orientación y la potencia del chorro para que no sea excesiva y pueda dañar las encías.

Te invitamos a compartir con tus familiares y amigos este post en el que explicamos qué es y para que se usa un irrigador dental.